El
modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta en forma
decisiva a todos los aspectos de nuestra existencia, desde la manera en que
funcionamos en el trabajo, el amor, hasta nuestro proceder como padres y las
posibilidades que tenemos de progresar en la vida. Nuestras respuestas a los
acontecimientos dependen de qué pensamos de nosotros mismos, qué somos.
La autoestima es la clave para comprendernos y
comprender a los demás, suma de la confianza y el respeto por uno mismo.
Desarrollar la autoestima es desarrollar la convicción de que uno es competente
para vivir y merece la felicidad. Cuanto más alta sea nuestra autoestima, mejor
preparados estaremos para afrontar las adversidades, más ambiciosos seremos en
el plano emocional, creativo y espiritual, más posibilidades tendremos de
entablar relaciones enriquecedoras y no destructivas, más inclinados estaremos
a tratar a los demás con respeto, benevolencia y buena voluntad, ya que no los
percibiremos como una amenaza. Cuanta
más alta sea nuestra autoestima, más alegría experimentaremos por el solo hecho
de ser, de despertarnos por la mañana, de vivir dentro de nuestros cuerpos.
Profundizando en el concepto de autoestima,
ésta es una experiencia íntima, reside en el núcleo de nuestro ser. Es lo que
yo pienso y siento sobre mí mismo, no lo que otros piensan o sienten sobre mí.
Nadie puede respirar por nosotros mismos, nadie puede pensar por nosotros,
nadie puede imponernos la fe y el amor por nosotros mismos.
Puedo ser amado por mi familia, mi pareja y
mis amigos, y sin embargo no amarme a mí mismo.
Puedo satisfacer las expectativas de los demás y no las mías. Lo trágico
es que la mayoría de las personas buscan la autoconfianza y el autorrespeto en
todas las partes menos dentro de sí mismas.
La verdadera autoestima no se expresa por la autoglorificación a
expensas de los demás, o por el afán de ser superior a los otros. La
arrogancia, la sobrevaloración de nuestras capacidades reflejan más bien una
autoestima equivocada y no un exceso de autoestima. El estado de una persona
que no está en guerra ni consigo misma, ni con los demás, es una de las
características de una autoestima sana.
La importancia de una autoestima sana reside
en el hecho de que la base de nuestra capacidad para responder de manera activa
y positiva a las oportunidades que se nos presentan en los ámbitos en que nos
movemos. Es también la base de esa serenidad de espíritu que hace posible
disfrutar de la vida. El individuo se
preocupa por ver, juzgar y arreglar lo que está fuera de él, cuando la solución
de muchos problemas sería que cada persona viera y arreglara lo primero que le
corresponde, que es ella misma. Si todos hicieran esto, el mundo sería otro. Al
menos cada uno debe hacer su parte. Dentro de la creación, el hombre es el
único ser que tiene el poder de contemplar su vida, actividad y el privilegio
de la conciencia. Ésta lo lleva a buscar, transformar, escoger y decidir lo que
para él es significativo.
Todo ser humano tiene la capacidad para elegir
la actitud personal ante cualquier reto y así decidir su propio camino. Lo que
el hombre llega a ser lo tiene que ser por sí mismo. Se ha llamado a la
autoestima la clave del éxito personal, porque ese “sí mismo”, a veces está
oculto y sumergido en la inconsciencia o en la ignorancia.
Para
poder conocer y desarrollar la autoestima se puede seguir ciertos pasos, a los
que llamamos “La escalera de la autoestima”:
1. El autoconocimiento es conocer las
partes que componen el yo, los papeles que vive el individuo, conocer por qué
actúa y siente.
2. El autoconcepto es una serie de
creencias acerca de uno mismo, que se manifiestan en la conducta.
3. La autoevaluación refleja la capacidad
interna de evaluar las cosas como buenas si lo son para el individuo, le
satisfacen, le son interesantes; y considerarlas como malas si lo son para la
persona, no le satisfacen, le hacen daño y no le permiten crecer.
4. La autoaceptación es admitir y reconocer
todas las partes de sí mismo como un hecho, ,. Sólo a través de la aceptación
se puede transformar lo que es susceptible de ello.
5. El autorrespeto es atender y satisfacer
las propias necesidades y valores. Expresar y manejar en forma conveniente
sentimientos y emociones, sin hacerse daño ni culparse.
6. La autoestima es la síntesis de todos
los pasos anteriores. Si una persona se conoce y está consciente de sus
cambios, crea su propia escala de valores y desarrolla sus capacidades; si se
acepta y respeta, tendrá autoestima.
Y como somos seres sociales y nos relacionamos
con los otros y con el medio, nadie se realiza solo, sino a través de otro, de
razonar frente a otro y con otro. Según la autoestima, así van a ser las
relaciones con los demás; autoestimarse lleva a estimar a los demás. En muchas
religiones y filosofías se encuentra: “Ama al prójimo como a ti mismo”, “Haz
con los otros lo que quieras para ti”, etc... Es en sus respuestas y actitudes
como se va conociendo la persona; A través de todos los papeles que vive es
como tiene que ir descubriendo, conociendo, aceptando, respetando, así como lo
hace consigo misma. Todo esto la hace crecer, ya que tiene la oportunidad de
desarrollar su persona y comprensión.
“Sólo podemos respetar, dar y amar a los demás
cuando nos hemos respetado, dado y amado a nosotros mismos” (A. Maslow). Es
hora de desaprender lo aprendido y de concedernos la oportunidad de descubrir
lo bueno que hay en nosotros y de interpretar “justamente” cada situación que
vivimos, sin arrogancia ni menosprecios, dando a cada cosa su justo valor.