La idea es: Escribir en el cuaderno LOS APRENDIZAJES que nos deja este video. Hacerlo de tal manera que lo puedan enviar al correo asignado por el instructor
jueves, 12 de noviembre de 2020
Video 2. EL MITO DE LA CAVERNA DE PLATON Ficha: 2184831
Vamos a hacer lo mismo: escribir en nuestros cuadernos, LOS APRENDIZAJES que nos deje este video. Hacerlo también de tal manera que puedan enviar el documento al correo asignado por el instructor
EL MITO DE LA CAVERNA DE PLATON. Texto FICHA: 2184831
PLATÓN: EL MITO DE LA
CAVERNA
--Ahora,
continué, imagínate nuestra naturaleza, por lo que se refiere a la ciencia, y a
la ignorancia, mediante la siguiente escena. Imagina unos hombres en una
habitación subterránea en forma de caverna con una gran abertura del lado de la
luz. Se encuentran en ella desde su niñez, sujetos por cadenas que les
inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden ni cambiar de
sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos. La
luz les viene de un fuego encendido a una cierta distancia detrás de ellos
sobre una eminencia del terreno. Entre ese fuego y los prisioneros, hay un
camino elevado, a lo largo del cual debes imaginar un pequeño muro semejante a
las barreras que los ilusionistas levantan entre ellos y los espectadores y por
encima de las cuales muestran sus prodigios.
--Ya lo veo, dijo. --Piensa ahora que a lo
largo de este muro unos hombres llevan objetos de todas clases, figuras de hombres
y de animales de madera o de piedra, v de mil formas distintas, de manera que
aparecen por encima del muro. Y naturalmente entre los hombres que pasan, unos
hablan y otros no dicen nada. --Es esta una extraña escena y unos extraños
prisioneros, dijo. --Se parecen a nosotros, respondí. Y ante todo, ¿crees que
en esta situación verán otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado que
unas sombras proyectadas por la luz del fuego sobre el fondo de la caverna que
está frente a ellos.
--No, puesto
que se ven forzados a mantener toda su vida la cabeza inmóvil. --¿Y no ocurre
lo mismo con los objetos que pasan por detrás de ellos? --Sin duda. --Y si
estos hombres pudiesen conversar entre sí, ¿no crees que creerían nombrar a las
cosas en sí nombrando las sombras que ven pasar?
--Necesariamente.
--Y si hubiese un eco que devolviese los sonidos desde el fondo de la prisión,
cada vez que hablase uno de los que pasan, ¿no creerían que oyen hablar a la
sombra misma que pasa ante sus ojos? --Sí, por Zeus, exclamó. --En resumen,
¿estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras?
--Es
inevitable. --Supongamos ahora que se les libre de sus cadenas y se les cure de
su error; mira lo que resultaría naturalmente de la nueva situación en que
vamos a colocarlos. Liberamos a uno de estos prisioneros. Le obligamos a
levantarse, a volver la cabeza, a andar y a mirar hacia el lado de la luz: no
podrá hacer nada de esto sin sufrir, y el deslumbramiento le impedirá
distinguir los objetos cuyas sombras antes veía. Te pregunto qué podrá
responder si alguien le dice que hasta entonces sólo había contemplado sombras
vanas, pero que ahora, más cerca de la realidad y vuelto hacia objetos más
reales, ve con más perfección; y si por último, mostrándole cada objeto a medida
que pasa, se le obligase a fuerza de preguntas a decir qué es, ¿no crees que se
encontrará en un apuro, y que le parecerá más verdadero lo que veía antes que
lo que ahora le muestran? --Sin duda, dijo.
--Y si se le obliga a mirar la misma luz, ¿no
se le dañarían los ojos? ¿No apartará su mirada de ella para dirigirla a esas
sombras que mira sin esfuerzo? ¿No creerá que estas sombras son realmente más
visibles que los objetos que le enseñan? --Seguramente.
--Y si ahora
lo arrancamos de su caverna a viva fuerza y lo llevamos por el sendero áspero y
escarpado hasta la claridad del sol, ¿esta violencia no provocará sus quejas y
su cólera?
Y cuando
esté ya a pleno sol, deslumbrado por su resplandor, ¿podrá ver alguno de los
objetos que llamamos verdaderos? --No podrá, al menos los primeros instantes.
--Sus ojos
deberán acostumbrarse poco a poco a esta región superior. Lo que más fácilmente
verá al principio serán las sombras, después las imágenes de los hombres y de
los demás objetos reflejadas en las aguas, y por último los objetos mismos. De
ahí dirigirá sus miradas al cielo, y soportará más fácilmente la vista del
cielo durante la noche, cuando contemple la luna y las estrellas, que durante
el día el sol y su resplandor.
--Así lo
creo.
--Y creo que
al fin podrá no sólo ver al sol reflejado en las aguas o en cualquier otra
parte, sino contemplarlo a él mismo en su verdadero asiento. --Indudablemente.
--Después de
esto, poniéndose a pensar, llegará a la conclusión de que el sol produce las
estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y es en cierto modo
la causa de lo que ellos veían en la caverna.
--Es evidente que llegará a esta conclusión
siguiendo estos pasos. --Y al acordarse entonces de su primera habitación y de
sus conocimientos allí y de sus compañeros de cautiverio, ¿no se sentirá feliz
por su cambio y no compadecerá a los otros? Ciertamente.
--Y si en su
vida anterior hubiese habido honores, alabanzas, recompensas públicas
establecidas entre ellos para aquel que observase mejor las sombras a su paso,
que recordase mejor en qué orden acostumbran a precederse, a seguirse o a
aparecer juntas y que por ello fuese el más hábil en pronosticar su aparición,
¿crees que el hombre de que hablamos sentiría nostalgia de estas distinciones,
y envidiaría a los más señalados por sus honores o autoridad entre sus
compañeros de cautiverio?
¿.No crees
más bien que será como el héroe de Homero y preferirá mil veces no ser más «que
un mozo de labranza al servicio de un pobre campesino» y sufrir todos los males
posibles antes que volver a su primera ilusión y vivir como vivía? --No dudo
que estaría dispuesto a sufrirlo todo antes que vivir como anteriormente.
--Imagina
ahora que este hombre vuelva a la caverna y se siente en su antiguo lugar. ¿No
se le quedarían los ojos como cegados por este paso súbito a la obscuridad?
--Sí, no hay duda. --Y si, mientras su vista aún está confusa, antes de que sus
ojos se hayan acomodado de nuevo a la obscuridad, tuviese que dar su opinión
sobre estas sombras y discutir sobre ellas con sus compañeros que no han
abandonado el cautiverio, ¿no les daría que reír? ¿No dirán que por haber
subido al exterior ha perdido la vista, y no vale la pena intentar la
ascensión? Y si alguien intentase desatarlos y llevarlos allí, ¿no lo matarían,
si pudiesen cogerlo y matarlo?
--Es muy
probable. --Ésta es precisamente, mi querido Glaucón, la imagen de nuestra
condición. La caverna subterránea es el mundo visible. El fuego que la ilumina,
es la luz del sol. Este prisionero que sube a la región superior y contempla
sus maravillas, es el alma que se eleva al mundo inteligible. Esto es lo que yo
pienso, ya que quieres conocerlo; sólo Dios sabe si es verdad. En todo caso, yo
creo que en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien,
que percibimos con dificultad, pero que no podemos contemplar sin concluir que
ella es la causa de todo lo bello y bueno que existe. Que en el mundo visible
es ella la que produce la luz y el astro de la que procede.
Que en el
mundo inteligible es ella también la que produce la verdad y la inteligencia. Y
por último que es necesario mantener los ojos fijos en esta idea para
conducirse con sabiduría, tanto en la vida privada como en la pública.
Yo también
lo veo de esta manera, dijo, hasta el punto de que puedo seguirte. [. . .]
--Por tanto, si todo esto es verdadero, dije yo, hemos de llegar a la
conclusión de que la ciencia no se aprende del modo que algunos pretenden.
Afirman que pueden hacerla entrar en el alma en donde no está, casi lo mismo
que si diesen la vista a unos ojos ciegos. --Así dicen, en efecto, dijo
Glaucón.
--Ahora
bien, lo que hemos dicho supone al contrario que toda alma posee la facultad de
aprender, un órgano de la ciencia; y que, como unos ojos que no pudiesen
volverse hacia la luz si no girase también el cuerpo entero, el órgano de la
inteligencia debe volverse con el alma entera desde la visión de lo que nace
hasta la contemplación de lo que es y lo que hay más luminoso en el ser; y a
esto hemos llamado el bien, ¿no es así?
--Sí. --Todo
el arte, continué, consiste pues en buscar la manera más fácil y eficaz con que
el alma pueda realizar la conversión que debe hacer. No se trata de darle la
facultad de ver, ya la tiene. Pero su órgano no está dirigido en la buena
dirección, no mira hacia donde debiera: esto es lo que se debe corregir.
--Así parece, dijo Glaucón. __
República
Vll; 514a_517c y 518b_d. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad
antigua, Herder, Barcelona 1982, p. 26-30).
Lo mismo, que con los videos anteriores. Escribamos en nuestro cuaderno, los aprendizajes que nos deje esta lectura. Hacerlo de tal manera que puedan enviarlo al correo asignado por el instructor
ÉXITOS¡¡¡
Suscribirse a:
Entradas (Atom)